Testimonios: Dr. Omayra Ortega (En Español)

Testimonios, a new publication from MAA/AMS, brings together first-person narratives from the vibrant, diverse, and complex Latinx and Hispanic mathematical community. Starting with childhood and family, the authors recount their own particular stories, highlighting their upbringing, education, and career paths. Testimonios seeks to inspire the next generation of Latinx and Hispanic mathematicians by featuring the stories of people like them, holding a mirror up to our own community.

The entire collection of 27 testimonios is available for purchase at the AMS Bookstore. MAA members can access a complimentary e-book in their Member Library. AMS members can access a complimentary e-book at the AMS Bookstore. Thanks to the MAA and AMS, we reproduce one chapter per month on Math Values to better understand and celebrate the diversity of our mathematical community with folks who are not MAA members. The MAA has translated four of these chapters for readers whose primary language is Spanish. We will post one each week during Hispanic Heritage Month. The whole collection is available for download at Testimonios | Mathematical Association of America (maa.org).

Por qué matemáticas

Dr. Omayra Ortega

Ilustración de Anna Valle.

Siempre me ha atraído la belleza y el orden, dos conceptos fundamentales para las matemáticas. Crecí en Far Rockaway, Queens, Nueva York, una zona maravillosa en la orilla sur de Long Island (cerca de la playa). El mar siempre ha sido un escape tranquilo para mí, y siempre he sentido una conexión con mis ancestros a través de la experiencia compartida del mar. De niña, a principios de los años 80, pasaba muchas horas (tanto los fines de semana como entre semana) con mis padres en la iglesia. En lugar de poner atención a la discusión del evangelio, admiraba el interior de nuestra iglesia, St. Mary’s Star of the Sea, y contemplaba el evangelio físico que se presentaba ante mí. Durante estas largas misas, me perdía en las luces y la arquitectura. Me encantaba la simetría y la grandeza del altar y cómo ese majestuoso diseño estilo espejo continuaba en todo el edificio. Especialmente me hipnotizaban los vitrales de las estaciones del viacrucis y la estilizada geometría de las figuras en cada uno de los coloridos paneles de vidrio. Cada imagen embellecida por la luz del mediodía. Uno de mis primeros recuerdos es esperar afuera de la iglesia después de que el grupo de estudio bíblico de mi hermano, Las Jornadistas, saliera. Todos los jóvenes charlaban alegremente y se divertían antes de volver a casa. Mi hermano y yo nos llevamos una desagradable sorpresa cuando nos dimos cuenta de que su bicicleta—nuestro único medio de transporte en ese momento—había sido robada mientras estábamos en la iglesia. Hasta el día de hoy nos sorprende que alguien robara una bicicleta con una sillita de bebé de una iglesia. Hay de todo.

Mi abuela, vistiendo una pollera, con mi madre y dos tíos (todos llevan el traje tradicional panameño).

Fotografía cortesía de Omayra Ortega.

Mi tierra natal, la ciudad de Nueva York, es una mezcla de personas y culturas, y Rockaway, Queens, tenía una mezcla similar de culturas, pero a menor escala. Rockaway Beach es una larga península en el lado sur de Long Island con una larga franja de costa arenosa frente al océano Atlántico. Rockaway Beach está definida por Breezy Point en el límite occidental y Far Rockaway (donde yo nací) en el límite oriental. Todo tipo de gente se sienten atraídas por esta zona debido a la playa y la relativa proximidad a la ciudad de Nueva York, pero los barrios están algo segregados. En Breezy Point suele haber más gente acomodada y de clase trabajadora de ascendencia europea. Muchos de mis amigos de esta zona eran católicos irlandeses. Breezy Point, Neponsit, Belle Harbor, Rockaway Park y Rockaway Beach son el hogar de muchos de los bomberos de ascendencia irlandesa que respondieron a los atentados del 9/11 contra las Torres Gemelas (que en paz descansen). Hacia el este de la península de Rockaway en Arverne, Edgemere, Bayswater, y Far Rockaway, se pueden encontrar las casas de los residentes negros y latinxs de Rockaway. La frontera al este de Far Rockaway se definía (y se sigue definiendo) por una gran comunidad judía ortodoxa, y más allá se encuentran los suburbios del Condado de Nassau, lo que muchos llaman el inicio de “Long Island” (aunque todo Brooklyn, Queens, Nassau y Suffolk definen Long Island).

Mi familia

Si tu familia es parecida a la mía, todas las reuniones familiares son iguales. No importaba si era un baby shower, una fiesta de cumpleaños de un niño, una quinceañera, una boda, una fiesta de graduación o un funeral:

  1. Había comida.

  2. Había tragos.

  3. Había música.

  4. Había baile.

Omayra de niña.

Fotografía cortesía de Omayra Ortega.

Allí estaría toda tu abundante familia desbordante multigeneracional. Los adultos bailaban y bebían mientras los niños se iban con sus bocadillos (paletas, empanadas y/o pastel de cumpleaños) a jugar a las escondidas, a la queda o Nintendo (estoy clásicamente entrenada en el NES original, por si te lo estás preguntando). Mi familia es casi exclusivamente panameña, es principalmente mi generación la que empezó a «mezclarse» y casarse con personas que no son panameños (¡ay Dios mío!). Panamá es un hermoso istmo tropical con los océanos Atlántico y Pacífico en ambos lados. Nos encanta nuestro sancocho (sopa), frituras, tamales, arroz con pollo, arroz con habichuelas, y lo más cercano a nuestro corazón, los PLÁTANOS. Mis padres emigraron de Panamá cuando eran jóvenes, mi mamá a los 14 años y mi papá a los 18, ambos en busca de una vida mejor. Se encontraron después de mudarse a la ciudad de Nueva York en—lo adivinaste—una fiesta panameña. Se casaron poco después de conocerse, se mudaron a Brooklyn, y empezaron una familia inmediatamente. Mis dos hermanos Oscar y Omar nacieron con un año de diferencia, más de una década antes que yo.

La abuela de Omayra.

Fotografía cortesía de Omayra Ortega.

Mi padre asegura que la familia no estaba del todo completa hasta que aparecí yo, dice «siempre quería una hembra», y 12 años después, hice mi aparición en este plano terrenal. Mi madre me asegura que todos sus hijos fueron accidentes, algo que no dudo tomando en cuenta la falta de educación sexual en la ciudad de Panamá y en Nueva York en la década de los 50s. Cuando nací, nuestra familia se había mudado a una casa en Far Rockaway, Queens, Nueva York, donde celebrábamos reuniones familiares a menudo en el sótano, el patio trasero o en la playa.

Todos en nuestra gran familia extendida organizaban reuniones. Mi abuela, Nana, era la matriarca de la familia y con frecuencia nos recibía a todos en su casa de Cambria Heights (Queens). Mi abuela era todo para mí y probablemente pasé la mitad de mi infancia en su casa.

Primeros años de educación

Omayra y su prima en su fiesta de primera comunión.

Fotografía cortesía de Omayra Ortega.

Recuerdo que después de empezar la primaria mi abuela me preguntó que por qué dejaba que mis amigos del colegio me llamaran Oh-My-Rah, y recuerdo que se le torció la cara para decir la letra ‹R› con su acento americano más exagerado. No sabía cómo pedirle a la gente que pronunciara mi nombre correctamente. No sabía cómo demandar respeto a mi persona y mi voz, y no estoy segura de haberlo aprendido por completo incluso ahora, a pesar de que significa mucho para mí cuando la gente intenta decir mi nombre correctamente. La primera vez que un maestro dijo mi nombre correctamente estaba en la universidad. Sinceramente, casi lloré cuando mi profesora de etnomusicología, Katherine Hagedorn, dijo mi nombre correctamente sin ninguna instrucción mía. Ha vuelto a ocurrir, pero sigue siendo poco común. Es especialmente doloroso cuando la gente ni siquiera intenta decir mi nombre correctamente e insiste en destrozarlo como si no fuera mi propio nombre y como que de alguna manera supieran pronunciarlo mejor que yo. Para su información—la ‘R’ sola en español suenan como una «D» americana suave, así que no debes marcarla (como una doble ‹R› en español), y las bocas americanas no deberían tener dificultad en ejecutarlas—¡está en el léxico de su lengua! (¡Si se puede!)

Otra anfitriona importante de nuestras reuniones familiares era mi Tía Marta. Esta tía hacía algunas de las comidas más deliciosas de nuestra familia. Siempre estaba lista con un BANQUETE. Debo añadir que esta tía no era pariente de sangre, sino que había sido parcialmente criada por mi abuela. Tengo una familia muy grande, en parte, porque si un amigo de la familia pasaba suficiente tiempo con nosotros y se había integrado en varias generaciones de nuestra familia, entonces también se convertía en familia. Creo que es la edad la que designa si la persona se convierte en tía/tío o en primo, pero una vez que forman parte de la familia, también lo son todos sus descendientes. Con el tiempo se convierten en parientes de sangre. También nunca diferenciamos entre primos hermanos, primos segundos... sólo eres primo, y eso es todo. Mi tía tenía una hija que siempre estuvo en mis primeros años de vida. Nuestras madres estuvieron embarazadas más o menos al mismo tiempo y mi prima nació 11 días antes que yo. Vivíamos en la misma ciudad y éramos las únicas niñas de nuestra generación, así que fuimos a la misma guardería, jugábamos a menudo, nos sentábamos juntas en la iglesia, incluso celebramos nuestra primera comunión juntas.

El bisabuelo de la Dra. Ortega, Enrique Alonso Duesbury (derecha), y sus hermanos. McDonald Duesbury (tío bisabuelo, en el centro) patrocinó la inmigración a los Estados Unidos de la abuela de la Dra. Ortega y sus hijos.

Fotografía cortesía de Omayra Ortega.

Ella fue mi primera amiga y mi MEJOR amiga. Cuando empezamos el jardín de niños en P.S. 183 en Rockaway Beach, Queens, supuse que ella seguiría en mi clase ya que habíamos sido (literalmente) inseparables desde el primer día . Sabía que me iban a inscribir en el Astor Program for Gifted Children debido a algunos exámenes que había tomado, pero mi mente de cinco años no entendía realmente las implicaciones de esto. Se me rompió el corazón cuando nos separaron y ella no estaba en mi clase.

En ese momento, el sistema escolar de Nueva York tenía distintas categorías. Al entrar, los estudiantes eran clasificados en una de tres categorías: la categoría para alumnos talentosos de Astor, educación regular o educación especial. Me sentí honrada de estar en una clase con otros niños «talentosos”—me encantaban las cosas nuevas que estábamos aprendiendo— pero aún así, me sentí mal de ser separada de mi prima con la que, hasta ese momento, había pasado toda mi vida. Extrañaba el confort de su compañía y no conocía a ninguno de los otros alumnos de mi clase.

Había una clase de Astor para cada grado y el contraste racial de los estudiantes entre las tres categorías era muy marcado, incluso para un niño de cinco años. La mayoría de los estudiantes en P.S. 183 eran negros o Latinx. Estos dos subgrupos definían casi el 100% de las clases de educación especial y las clases de educación regular en esa escuela. Sin embargo, de los 35 alumnos de mi clase Astor de jardín niños, sólo siete de nosotros éramos negros o latinxs; el resto eran blancos. El contraste era tan marcado para mis ojos jóvenes, y todavía recuerdo los nombres completos de los otros seis. Estos números aumentaban un poco cada año, pero nunca lo suficiente como para volcar la balanza. La segregación que observé en la península de Rockaway parecía mantenerse en las aulas de mi escuela primaria y sería un tema durante toda mi vida.

Omayra en Milton Academy.

Fotografía cortesía de Omayra Ortega.

Cuando tenía como 12 años, mis maestros de J.H.S. 180 me nominaron para solicitar el ingreso a Prep for Prep 9. Prep for Prep 9 era un programa basado en la ciudad de Nueva York que buscaba jóvenes talentosos en toda la ciudad y los preparaba para asistir a internados de prestigio. Este programa cambió la trayectoria de mi vida. A temprana edad decidí dejar la casa de mis padres en Far Rockaway y mudarme a un suburbio de Boston para estudiar. Todos vimos esto como una oportunidad que yo no podía dejar pasar, y estaba lista para dejar el hogar de mis padres que era muy conservador. Aunque me encantaba pasar tiempo con mis amigos y mi familia en la iglesia, la idea de «el lugar de una mujer» era algo que no podía aceptar, así que estaba lista para comenzar un nuevo capítulo en mi vida.

Asistir a Milton Academy a principios de los años 90 fue una bendición académica y un escape bienvenido de mi hogar conservador en Nueva York. Sabía que era una gran oportunidad para mí, pero también me alejó de mi familia y mi cultura. Prep for Prep 9 me había preparado para los rigores académicos, pero no estaba preparada para la extrema riqueza de mis compañeros de clase y las nuevas expectativas sociales. Disfruté mucho mis cuatro años de secundaria—hice grandes amigos, me fue bien en mis clases y tomé varios puestos de liderazgo—pero los problemas de raza y clase siempre estuvieron al fondo de mi mente.

Licenciatura e introducción a las matemáticas

Llegué al campo de la epidemiología matemática de forma indirecta. Cuando mis sueños de convertirme en médico se vieron destrozados por mi fracaso en la clase de química general de primer año, me concentré en mi doble especialización en matemáticas y música. Me encantó mi tiempo en Pomona College. En retrospectiva, puedo decir que mudarme de la costa este a la costa oeste fue una de las mejores decisiones que tomé en mi juventud. Puedo decir esto ahora porque todavía vivo en el hermoso estado de California, pero, durante ese primer año, no estaba tan segura. Los aspectos sociales de la vida universitaria me atraían más, y, después de mi primer semestre, me pusieron en periodo académico de prueba. A pesar de «intentar mejorar», me suspendieron durante un año, después de mi segundo semestre en Pomona College y tuve que asistir a otra universidad por un año y obtener una B o mejor calificación en todas mis clases ahí. No estaba preparada para volver a la costa este (léase: volver a la iglesia), así que me fui a vivir con mi Tía Nory y mi Tío Calin en Milpitas, San José, California y asistí a DeAnza Junior College en Cupertino. Fue lindo vivir con la familia de mi tío materno. Pude vivir con dos primos cercanos a mi edad y experimentar una parte de mis años de «transición a la adultez» con mi familia. Fue un año difícil en el que trabajé de tiempo completo y tomé más de una carga completa de clases en DeAnza, pero ese año me dio tiempo para reflexionar sobre lo que quería exactamente de la vida y de la universidad. Los años sabáticos no existían cuando yo iba a la escuela y menos para gente como yo, con padres inmigrantes de clase trabajadora, pero entiendo como tomarse un año sabático puede darte tiempo extra para reflexionar y establecer objetivos en la vida. Si bien disfruté al máximo de DeAnza uniéndome a todos los conjuntos musicales y tomando la mayoría de los cursos de música que se ofrecían, además de tomar los cursos transferibles requeridos para mis especializaciones en Pomona, sabía que no quería quedarme ahí más tiempo del necesario. Sabía que quería regresar a Pomona College para terminar mi licenciatura y quería florecer ahí.

Graduación de la universidad.

Fotografía cortesía de Omayra Ortega.

Después de ese año, pude regresar a Pomona College y continuar mis estudios en matemáticas puras y la exposición musical. No todo fue color de rosa, pero tuve éxito y definitivamente mejoré mi rendimiento durante mi primer año. Durante mi tercer año, me alentaron a solicitar un puesto para hacer una experiencia de investigación de verano (REU). Estas REU eran nuevas en ese momento, pero ahora son bastante comunes. Pasé el verano entre mi tercer y último año de carrera en el prestigioso Mathematical and Theoretical Biology Institute (MTBI) que, en aquel entonces, era en Cornell University. Este programa fue formativo para mí en el sentido de que realicé investigación por primera vez, conocí a muchas de las personas que son mis colaboradores y colegas, y elegí mi campo de estudio: la epidemiología matemática. También aprendí lo que es trabajar muy duro en un proyecto de colaboración. Pude revivir mi sueño postergado de trabajar en el campo de la medicina. Aprendí que por medio de las matemáticas, podría seguir el camino de curadora en el campo de la epidemiología matemática y la salud pública. En este programa, trabajé como nunca lo había hecho. Hicimos MUCHÍSIMO en las ocho cortas semanas que estuvimos juntos. Adquirí los conocimientos básicos en modelación matemática y ecuaciones diferenciales que sigo utilizando hasta el día de hoy. Esas noches sin dormir también me prepararon para cuando los plazos se acercan más rápido de lo que uno espera.

Uno de los recuerdos más importantes que tengo de este programa fue cuando la Dra. Colette Patt vino y dio una presentación sobre la situación de los doctorados en matemáticas. Recuerdo haber escuchado que menos del 2% de los doctorados en matemáticas del año anterior fueron concedidos a personas de color y menos del 1% a mujeres de color. Esas estadísticas me enojaron mucho, pero también me motivaron a hacer un doctorado en matemáticas aplicadas. Esas estadísticas no han cambiado mucho, así que siguen motivando el trabajo que hago, hasta el día de hoy.

El año antes de comenzar mi programa de doctorado, participé en un programa de verano en Spelman College que me preparó para tener éxito durante mi primer año de posgrado. Estoy muy agradecida de haber participado en el programa Enriching Diversity in Graduate Education (EDGE) para mujeres. A través de ese programa obtuve una perspectiva más realista de los retos académicos y sociales que enfrentaría durante mi primer año, y EDGE me proporcionó una red de hermanas y aliadas solidarias que me ayudarían a tener éxito en los primeros años y a lo largo de mi carrera.

Posgrado

No entré al posgrado la primera vez que solicité, pero sí entré la segunda vez (gracias a Dios). Por recomendación de mi mentor, Carlos Castillo-Chavez, fui a University of Iowa a estudiar modelación matemática de enfermedades infecciosas con Herbert Hethcote, uno de los fundadores del área. Nunca había estado en el Midwest 1, así que viví otro periodo de choque cultural y luego de aclimatación. Si nunca has pasado por un invierno en esta región del país, eres un individuo bendecido. University of Iowa acababa de recibir una importante subvención, Graduate Assistance in Areas of National Need (GAANN), del National Science Foundation, así que tuve la suerte de recibir una beca para mis estudios de doctorado. Este monto de dinero, GAANN, es el resultado de los esfuerzos previos de los profesores de Iowa para atraer a más estudiantes de color a los exuberantes y verdes campos de maíz y soya de Iowa. Gracias a los esfuerzos de profesores como Gene Madison, Phil Kutzko, Yi Li, Juan Gatica, Richard Baker y David Manderscheid, el Departamento de Matemáticas de University of Iowa ganó el Presidential Award for Excellence in Science, Mathematics, and Engineering Mentoring en el 2004. El departamento de matemáticas de Iowa era una comunidad muy cálida y solidaria. Todos nos ayudabamos si teníamos problemas en las clases, si necesitábamos que nos llevaran a uno de los aeropuertos (lejanos) o si necesitábamos ayuda para mudarnos a un nuevo apartamento. Recuerdo que estaba muy preocupada sobre mi examen de candidatura de ecuaciones diferenciales parciales (PDE). Sabía que me estaba yendo bien en clase, pero no estaba segura de que pudiera completar ese mismo tipo de problemas en un salón de clase que no era de mi elección y en un tiempo determinado. Normalmente trabajaba en los ejercicios de las tareas en todo momento y en todo lugar. Podía estar en mi oficina en el campus, trabajando en una cafetería cercana, o en casa durmiendo, y la solución vendría a mí. El salón no era realmente el lugar donde hacía mi mejor trabajo. Varios estudiantes de posgrado mayores procuraron compartir sus materiales de estudio de exámenes de candidatura de PDE previos y me ayudaron a estudiar. Estoy muy agradecida por esa generosidad, porque no solo me ayudaron a prepararme para los exámenes, sino que me permitieron sentirme lo suficientemente relajada para dar lo mejor de mí el día del examen (por cierto, ¡aprobé con éxito!).

Omayra y su mentor, Dr .Carlos Castillo-Chavez.

Fotografía cortesía de Omayra Ortega.

También nos reuníamos para celebrar si alguien del departamento de matemáticas tenía un hijo, aprobaba un examen de candidatura o defendía su tesis con éxito. Recuerdo reunirnos a menudo en casa de Phil Kutzko, siempre con comida y bebida. Me encantaban las celebraciones y reuniones constantes del departamento de matemáticas, ya que me recordaban a la forma en que celebrábamos a la familia en Nueva York. La mayor parte del departamento de matemáticas frecuentaba un bar los martes por la tarde/noche, donde ocupábamos muchas mesas con nuestros libros de texto, vasos de cerveza y cestas de alitas durante «Tuesday Wings Night», y terminábamos la semana en otro bar donde nos lamíamos las heridas y recapitulábamos la semana durante «Friday After Class” (FAC). Realmente no creo que hubiera podido terminar un doctorado en otro lugar. Ahora tengo muchos colegas en matemáticas, muchos de los cuales no fueron a Iowa (¡¿no me digas?!) y, cuando escucho historias sobre sus experiencias en el posgrado, me doy cuenta de la suerte que tuve. Ningún otro lugar me hubiera apoyado como lo hizo Iowa. Me sentí apoyada académicamente y socialmente dentro del departamento, en las cafeterías e incluso en los bares.

Pasé los dos últimos años de mi doctorado en un puesto como instructora terminando mi tesis en Arizona State University. Esos dos últimos años enseñando de tiempo completo mientras trataba de terminar mi doctorado fueron duros. No le desearía esa experiencia a nadie, y desaconsejo encarecidamente a cualquiera que intente empezar un nuevo puesto antes de terminar su doctorado. Aunque el principio fue duro, estoy agradecida de haber tenido esta oportunidad porque me llevó a una carrera de nueve años en ASU. Hubo muchos momentos en los que pensé que debía renunciar y ser feliz con una maestría en matemáticas y otra en salud pública, pero me alegro de haber seguido. Mis padres sentían que no debía terminar ya que había llegado tan lejos, pero me apoyarían si decidía dejarlo. La verdad es que no tenían ni idea de por qué seguía en la universidad, no acababan de entender la idea de un posgrado (¿hay más universidad después de la universidad?). Realmente aprecio a los profesores de Iowa y a Carlos Castillo-Chavez, que estaba en ASU en ese momento, quienes de vez en cuando chequeaban como iba mi progreso en las conferencias, por correo electrónico, y por mensajes de texto. Sin estas preguntas constantes de «¿Cómo va la tesis?” pude haberme rendido. Sentí el peso de lo que les debía a estos mentores y de lo que sabían que podía lograr. Estoy agradecida de que estos mentores no hayan renunciado a mi cuando parecía que estaba arrastrando los pies en la última fase de mi trabajo de tesis.

A medida que avanzaba en mis estudios, me alejaba cada vez más de mi familia, por lo que me costó mucho esfuerzo mantener los lazos con mi familia y mi cultura. En algunas etapas de mi vida, no logré o no tuve la motivación de mantener estos lazos. Me alegro de poder reflexionar sobre este fenómeno ahora que soy adulta. En mi vida diaria, pienso cada vez más en cómo puedo «decolonizar mi mente» para mi misma, para mis alumnos y para mi familia. Con cada paso de mi educación, perdí mi conexión al idioma español. Hablábamos español en casa cuando era pequeña, pero en cuanto empecé la educación pre-escolar, mis padres sólo me hablaban en inglés. Incluso hoy en día, tengo que trabajar para que mis padres me hablen en español. Aunque yo empiece la conversación en español, ellos naturalmente vuelven al inglés, a lo que yo respondo «¡¿Qué?!» o «¡¿Cómo?!» para que vuelvan a su primer idioma. De parte de mis dos hermanos, tengo cuatro sobrinos y sobrinas y ninguno de ellos tiene siquiera un conocimiento básico del español. Veo que esa parte de nuestra herencia se diluye con cada nueva generación, y me entristece. Aunque reconozco que tanto el inglés como el español son «la lengua del colonizador», me esfuerzo para mantener mi dominio del español.

Matemática aplicada y salud pública

Crecí en Rockaway Beach y pasaba casi todos los días de verano en la playa. Podía jugar todo el día en el vaivén de las olas. Una cosa es ver la dinámica de las olas en el mar desde la orilla, pero puede ser una experiencia trascendente ser llevado por una ola y bailar con ella. Me encanta que podamos utilizar ecuaciones diferenciales parciales para describir la dinámica de las olas del mar. La poesía de las matemáticas está a nuestro alrededor, incluso cuando no estamos conscientes de ello. Aunque mi amor por las ecuaciones diferenciales proviene de la modelación de enfermedades infecciosas, me sigue maravillando cómo las ecuaciones diferenciales son aplicables a tantos fenómenos naturales diferentes.

La modelación matemática me permite describir el mundo con matemáticas. Me gusta pensar que las matemáticas son un lenguaje universal y que, a través de la modelación, podemos compartir poesía acerca del mundo en el que vivimos. La investigación que he realizado en epidemiología matemática comenzó ese verano en MTBI. Trabajé con dos estudiantes modelando la evolución de la resistencia a los fármacos en la levadura candida Albicans, utilizando un modelo de dos ecuaciones logísticas para describir la competencia entre dos cepas de c. Albicans en un huésped humano y el efecto de utilizar un agente antimicótico para intentar controlar su crecimiento. Desde entonces siempre he enfocado mi trabajo en enfermedades infecciosas emergentes, nuevas vacunas o enfermedades tropicales.

Mi investigación en epidemiología matemática se basa en los problemas de salud pública actuales. Utilizando la modelación matemática y el tronco teórico de las matemáticas como herramientas, puedo comprender y describir mejor problemas sanitarios emergentes como el VIH, VPH, rotavirus, malaria, poliomielitis y tuberculosis. Mis contribuciones a la ciencia y a la sociedad ayudan a la comunidad sanitaria a entender mejor las enfermedades infecciosas e informan a los políticos sobre la mejor manera de controlar estas enfermedades al nivel de la población. Para estar bien preparada para contribuir a este campo de la epidemiología matemática, estudió simultáneamente matemáticas aplicadas, estadística, epidemiología y salud pública.

Actualmente, trabajo con un magnífico grupo de colaboradores en modelos matemáticos del coronavirus en los que evaluamos diferentes estrategias de aislamiento y su relación costo-eficacia. También desarrollamos modelos geoespaciales para la propagación de la malaria que toman en cuenta la inmigración, la migración estacional (es decir, los trabajadores de temporada) y el turismo entre Botsuana y sus países vecinos. Conocí a estas colaboradoras por primera vez, quienes son un grupo muy diverso de mujeres, en un taller organizado por Association for Women in Mathematics (AWM) en Institute for Pure and Applied Mathematics, bajo el nombre de «Women in Math Biology» (WiMB). Estoy increíblemente agradecida de haber podido participar en este taller porque me ayudó a reiniciar mi programa de investigación, el cual había estado enfocado exclusivamente en investigación con estudiantes de licenciatura alrededor de cinco años. Me encanta desarrollar las habilidades de investigación de los estudiantes de licenciatura y todavía mantengo mi Mathematical Epidemiology Research Group (MERG), compuesto solo por estudiantes de licenciatura; también trabajo con Rocky Mountain Sustainability and Science Network (RMSSN) cada verano, pero a veces es bueno enfocarse en mi propio trabajo y publicaciones. También estoy trabajando en un proyecto con colegas de Sonoma State University (SSU) y otros expertos de otras instituciones tratando de identificar las fuentes institucionales e implícitas de prejuicio en STEM2, comenzando con el departamento de matemáticas de SSU como estudio piloto. Este trabajo se encuentra en la intersección de mi servicio y mi investigación, por lo que es un nuevo emprendimiento emocionante para mi—uno, que creo, sólo podría haber ocurrido en mi institución actual. Mi experiencia en Sonoma State University, aunque aún es nueva, ha sido renovadora y reveladora después de haber enseñado en tres otras instituciones de educación superior.

La búsqueda del equilibrio y consejo

Ha sido muy satisfactorio finalmente comprender que necesito un equilibrio entre la enseñanza, la investigación y la publicación de trabajo para ser feliz. Si me concentro en un solo aspecto, siento que me falta algo. Trabajar en Sonoma State University me ha permitido seguir dedicándome a mis estudiantes a través de la docencia y la investigación, continuar con mi investigación y publicaciones sobre la modelación de enfermedades infecciosas, y continuar mi servicio, no sólo dentro de mi propia universidad y departamento, sino también a nivel nacional a través de mi trabajo con National Association of Mathematicians, Association for Women in Mathematics, Society for the Advancement of Chicanos and Native Americans in Science, y Mathematical Association of America. Si hay un consejo que puedo darle a la gente que está a punto de embarcarse en una carrera matemática—un consejo que me hubiera gustado que alguien me hubiera dado—es que debes elegir cuidadosamente las instituciones en las que vas a trabajar, estudiar y dedicar gran parte de tu tiempo, basado en tus intereses y del tipo de equilibrio de vida que te gustaría tener. No tengas miedo de cambiar de institución si la institución en la que inicias tu carrera no es una buena opción para ti. Es mejor atrasarse al principio que terminar en una institución que no es buena para ti, o peor aún, no terminar porque estabas en una institución que no funcionó para ti. No siempre tomé las mejores decisiones al principio, pero así es como funciona la experiencia de la vida. Estoy, y siempre he estado, en el camino correcto: mi propio camino. Aférrate a tu cultura y a tus objetivos de vida. Utilízalos como tu estrella del norte y tu cruz del sur para navegar por los inevitables altibajos que se cruzarán en tu camino.

1 Medio-Oeste: Región en Estados Unidos en el centro-norte del país.

2 Ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas por sus siglas en inglés.